Estoy hasta la urna de comerme su papeleta, señores candidatos

La desgracia no es que vivamos en un país en el que la política sea una de las profesiones más infravaloradas, tampoco que haya una banda organizada de hombres grises [de los de MOMO] que malgastan el tiempo que no podemos perder, para cobrar el sueldo con el que se premia la incertidumbre y la inopia.

La desgracia es que o tú o yo [o los dos] vamos a recibir una notificación de la junta electoral de nuestro barrio, diciendo que el domingo 10 de noviembre, como no curramos bastante durante toda la semana [en nuestros trabajos de verdad], vamos a pringar de sol a sol en un colegio para cumplir con nuestra obligación como ciudadanos.

Aquí una ciudadana de primera, con tres convocatorias a mesa electoral a las espaldas, una presidencia de mesa y DOS AÑOS como jurado popular [sí, eso también me ha tocado], quiere expresar en este post que «estoy hasta la urna de comerme su papeleta, señores candidatos».

¿De verdad piensan que merecen gobernar nuestro país? ¿Qué campaña van a hilvanar para coser todos los rotos del traje que nos han hecho a los españoles durante estos meses de terquedad y soberbia? Como periodista, no me gustaría en estos momentos encontrarme con el encargo en ninguno de sus departamentos de prensa. Ustedes, los líderes, los representantes nacionales de sus partidos, significan hoy para todos los trabajadores que levantamos cada día este país, la DESESPERANZA.

¿Conocen a muchos directivos de grandes empresas a los que les hayan encomendado dirigir una compañía y se hayan encerrado en sus despachos hasta que todos los acuerdos fuesen favorables para su posición y sus deseos? Yo no conozco a ninguno. Y si me suena alguno, está en el paro.

Esa es también la desgracia, que ustedes el paro, ese al que les gusta meterle mano de vez en cuando para que salgan las cuentas, no lo conocen ni en él se les espera. Si tuvieran dignidad, si quedara algo de honorabilidad en sus trajes, sus banderas y sus coletas, no se presentarían a las próximas elecciones y devolverían el dinero que han cobrado durante todo este tiempo en el que nos han tenido en vilo.

Las aptitudes más valoradas en el mercado laboral son, entre otras, la adaptación al cambio, la resiliencia, la honestidad y la capacidad de negociación. Ustedes no han demostrado atesorar ninguna y, sin embargo, ahora con toda su cara nos van a pedir que les votemos, no se vaya a acabar el mundo y no estén ustedes para salvarlo.

Los españoles no nos merecemos su egoísmo. Somos un pueblo trabajador, honrado, reinventado a cada batacazo y más unido de lo que ustedes nos hacen creer. El problema es que siempre cuentan con la parte ancha del embudo. Esa que cuando se dicta una ley con unas exigencias leoninas de protección de datos, luego ustedes votan en el congreso que para todos menos para sus partidos. Esa que les otorga pensiones vitalicias de un trabajo en el que se asignan dietas que no les corresponden. Esa parte del embudo que va a acabar haciendo un tapón en toda Europa.

No sé cuáles son sus planes y mucho menos cuáles son los planes que han pensado para nosotros. De momento les diré que hoy en mi familia por primera vez nos hemos puesto de acuerdo en un aspecto político: los de VOX, los del PP, los de Ciudadanos, los del PSOE y los de Podemos, hemos convenido en nuestro chat que ni queremos recibir sus papeletas, ni queremos ir al colegio un domingo, ni vamos a volvernos a pelear ni un solo día de nuestras vidas por absolutamente nada de lo que ustedes hayan dicho o prometido. Porque su palabra se la ha llevado el viento, igual que los últimos 140 millones de euros que costaron las elecciones de antes de ayer.

Dice un proverbio árabe que «el hombre es amo de lo que calla y esclavo de lo que dice». Ahórrennos el cabreo y no nos envíen su declaración de intenciones en un panfleto. Que ya nos lo sabemos de la otra vez.